RESPUESTA AL SUBSECRETARIO ROSENDE: LA UTILIZACIÓN DE NIÑOS POR PARTE DEL ESTADO CHILENO EN SU CONFLICTO CON EL PUEBLO MAPUCHE
En Chile, los medios de comunicación masivos se encuentran en manos de las clases económicamente dominantes y por lo tanto al servicio de ellas. Por lo mismo, son utilizados activa y cotidianamente en el control de la información y en la generación de desinformación hacia la población. Esta estrategia es ampliamente utilizada por parte de los Estados contra los pueblos originarios, con el fin de manipular el repudio público que provocan prácticas tan “brutales” como los reiterados ataques de la policía militarizada (GOPE) a niños mapuche. La desmemoriada población chilena muchas veces ayuda fácilmente al cumplimiento de este objetivo.
Es dentro de este contexto que se deben encuadrar las declaraciones de los ministros de Estado (Pérez Yoma, Rosende y presumiblemente muchos otros), que intentan desmarcar y desorientar respecto de los objetivos que tiene el ataque impune a las personas más vulnerables de las comunidades: los niños.
No debemos olvidar que los ataques a infantes y adolescentes mapuche, se han venido documentando ya desde el año 2002, incluyendo allanamientos a escuelas, procedimientos que, desde el año 2006, carabineros ha venido utilizando para interrogar a niños respecto a la participación de sus familiares y conocidos en tomas de terreno o actividades de resistencia. Sólo hace unos días, se realizó la denuncia de un menor de 14 años, que fue amenazado con ser lanzado de un helicóptero, con el fin de obtener información.
Tanto el manejo comunicacional, como la utilización de los niños para “disuadir” la resistencia de grupos que resisten la dominación hegemónica de un Estado, en este caso las comunidades mapuche en proceso de demandas y recuperaciones territoriales, son estrategias de la denominada “guerra de desgaste”, la que se concibe como “la sucesión de pequeños operativos que van asfixiando al enemigo en los terrenos político, económico y militar, evitando posibles acciones espectaculares que motiven la atención de la prensa y la opinión pública internacionales.” No debe ser mera casualidad que esta nueva tesis del gobierno aparezca cuando se realizan denuncias frente a Comités Internacionales de Derechos Humanos y en el transcurso de la visita del representante de UNICEF.
No hay que olvidar tampoco que Chile, luego de Colombia, es el segundo país latinoamericano en enviar soldados a la Escuela de las Américas (hoy Instituto de Cooperación y Seguridad del Hemisferio Occidental), institución donde se enseñan los conceptos del “enemigo interno” y acusada históricamente de adiestrar en procedimientos de tortura, interrogación, inteligencia militar y numerosas técnicas que violan y atentan contra los derechos humanos. En uno de sus manuales, referente a la edad de las fuentes de obtención de información, la Escuela de las Américas instruye a sus alumnos: “… Los niños son, a menudo, muy observadores y pueden proporcionar información precisa sobre cosas que han visto u oído, si se les interroga en la forma apropiada. No obstante, si bien aceptamos que los niños son buenos observadores, ellos no pueden, por lo general, interpretar los que han visto…”. Sería ingenuo pensar que la adquisición de estos conocimientos no conlleve su aplicación posterior.
Existen múltiples denuncias internacionales respecto a la transgresión de los derechos individuales y colectivos de los mapuche, incluidos sus niños, a pesar de las Convenciones ratificadas por Chile, y estas transgresiones obedecen a la política económica de mantener y continuar instalando los megaproyectos de inversión extractiva: forestales, celulosas, represas y proyectos mineros. Ese es el trasfondo de un conflicto que el gobierno chileno intenta presentar como la porfía cultural de un pueblo que se niega a ser integrado a la sociedad “moderna y globalizada”. Y es aquí donde se cierra el círculo respecto a las clases económicamente dominantes, para las que se legisla y gobierna en este país.
No es la casualidad, ni un perdigón perdido, no pueden entenderse tantos casos de niños agredidos de diversas formas ni el allanamiento a las escuelas en horarios de clases como un “exceso”, porque no lo son, son estrategias con las que se busca desgastar y reprimir la lucha del pueblo mapuche. Ningún padre o madre, mapuche o chileno, pondría a sus hijos como escudo frente al ataque y la invasión impune de sus escenarios cotidianos. Sin embargo, señores ministros, es la instrucción de sus organismos de inteligencia, la que los pone en la línea de fuego como “fuentes de información”. Eso sí es BRUTAL.
Por Claudia Molina, Pisicóloga, Grupo de Trabajo por Derechos Colectivos