miércoles, 20 de enero de 2016

LA FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA Y DE LA MEMORIA


¿Por qué habría una deuda con los "mapuches"? Porque habría existido una invasión genocida. Aparte de que en el caso chileno nunca se ha demostrado este exterminio, el rol que se atribuye al Estado es una falsificación.

Leonardo León16 de enero del 2016 / 04:00 Hrs
¿EXISTE UNA deuda histórica con el pueblo mapuche? Esta pregunta contiene varias imprecisiones.  La primera dice relación con la definición de pueblo mapuche. Este concepto fue popularizado por José Bengoa en su Historia del pueblo mapuche (1982), incluyendo en esa categoría a las diferentes tribus que habitaron el walmapu (territorio ocupado por tribus de habla mapudugun) en Argentina y Chile. Creemos que por razones políticas se siguió usando el vocablo pueblo, lo que significó unificar las diversas identidades étnicas bajo una sola categoría. Lafquenches, nagchez, wenteches, huilliches, por nombrar algunas de las grandes agrupaciones, quedaron ocultas en un vocablo sin historia. La categoría pueblo mapuche da la impresión de unidad, justamente lo que no tuvieron esas tribus durante toda su historia.  
¿Quién tiene una deuda con los “mapuches”? Se argumenta que el Estado de Chile. Debiera incorporarse en esta deuda al Estado argentino, porque cuando surgieron ambos Estados, el walmapu se extendía desde el Océano Atlántico hasta el Pacífico. ¿Por qué Chile y Argentina tendrían una deuda con los “mapuches”? Porque ambos Estados, según los que sostienen esta visión, habrían sido los gestores de una invasión genocida -Conquista del Desierto en Argentina, Pacificación de La Araucanía en Chile- que concluyó con la usurpación de territorios, asesinato de miles de personas y eliminación de la autonomía. Aparte de que en el caso chileno nunca se han demostrado estas prácticas de exterminio, el rol que se atribuye al Estado es una falsificación, que ayuda a elaborar consignas pero atenta contra la verdad. El Estado chileno entró a La Araucanía a la zaga de miles de pequeños labradores, especuladores de tierras y terratenientes que compraron las tierras a sus dueños ancestrales. Este proceso tuvo lugar durante las décadas de 1850 y 1860, en los distritos costeros -desde Concepción hasta Lebu- y en la zona ubicada entre los ríos BioBio y Malleco. Aún no logramos comprender las razones que llevaron a esos mapuches a enajenar las tierras de modo voluntario y masivo, especialmente cuando grandes toquis -como Mañilhuenu de Malleco- amenazaban de muerte a los que vendían sus tierras. Cornelio Saavedra, en esos mismos años, se esforzó para que se aprobara la Ley de 1866 cuyo principal propósito fue poner fin a las ventas, terminar con la especulación y los pleitos, estableciendo la propiedad del Estado.  De allí en adelante, tanto los vendedores mapuches como los compradores winkas se esforzaron en burlar la Ley. Sin embargo, a partir de 1884, el coronel José Miguel Varela -Un veterano de tres guerras, el libro más vendido durante el año 2015-, introduciendo los Títulos de Merced, inició la “Radicación”. De ese modo, actuando como agente del Estado, logró que medio millón de hectáreas quedasen en manos de los habitantes originarios del Gulumapu. También echó las bases materiales y jurídicas de las comunidades actuales. Al principio del siglo XX, líderes como Manuel Aburto y Manuel Manquilef intentaron derogar la Ley de 1866, tildándola de “comunista” porque se había igualado a caciques y conas, pero sus propuestas fueron rechazadas por miles de asistentes a los Congresos araucanos.    
¿Qué ocurrió durante el siglo XX para que se olvidara la historia? La integración de los mapuches al Estado chileno (y argentino) fue un desastre para ellos; terminaron empobrecidos, discriminados y excluidos. Se transformaron en inquilinos y peones y otros tuvieron que emigrar y abandonar el Gulumapu. El saldo fue totalmente negativo y se instaló en la memoria; pero esa fue la suerte que también corrieron millones de chilenos bajo el peso implacable del capitalismo. Sin embargo, nadie habla de la deuda que tiene el Estado chileno con ellos, los condenados y pobres de esta tierra.